martes, 14 de mayo de 2013

La lectura en voz alta

Siempre he sido una firme defensora de la lectura en voz alta, y por ello siempre he pedido a las mamás y papás de mis alumnos que les lean a sus hijos, a cualquier edad y sea cual sea su nivel lector, por dos razones fundamentales:

  • Es tiempo compartido con ellos, en exclusiva, sin distracciones, en un ambiente agradable e íntimo.
  • Les ayuda cuando están aprendiendo a leer al mostrarnos como un modelo correcto de lectura y posteriormente a manejar de forma eficaz las pausas, la entonación, el ritmo que requiera el libro. 

Además, por propia experiencia con mis hijos, llega un momento en que ellos también quieren leerte a ti en voz alta, quieren hacerte partícipes de ese libro que están leyendo o les resulta tan sugerente que te dicen: "¡Está genial!, ¿te parece que lo leamos juntos?"
Es entonces cuando piensas que todos esos momentos de lecturas han dado sus frutos, no solo en cuanto  a la lectura en sí misma sino también por esa vertiente afectiva que la lectura en voz alta posee.

Hace unos meses una amiga cibernética (aún no nos conocemos personalmente) me regaló un librito que contenía una ponencia de la colombiana Yolanda Reyes presentada en el Seminario Internacional "La lectura desde la cuna" celebrado durante la XXII Feria Internacional de Libro Infantil y Juvenil en la ciudad de México, en 2002.


Sus palabras me sirvieron para reafirmarme en esos argumentos que me permitían pensar en la lectura en voz alta como indispensable para hacer buenos lectores, en el sentido más amplio de la expresión.

En un momento de su ponencia, cuando ya el niño comienza a leer, dice que hay que continuar leyendo buenas historias, sin abandonar a los niños en la mitad del camino. La primera tentación, en este momento, sería decir una frase de este estilo: "Ahora que ya sabes leer solo, yo desaparezco". 
Y continúa "durante esos años en los que supuestamente un niño aprende a leer solo, aun no cuenta con las herramientas suficientes para leer los libros que su deseo de conocimiento o su corazón le piden.
...
De ahí que siga siendo necesario que alguien le lea historias complejas y profundas. Y mientras el niño escucha absorto la  voz del adulto, que ha dejado su vida real en suspenso por un rato y aplaza obligaciones para entregarse a la lectura de un buen libro, él también leerá entre líneas que esa es una actividad importante..., irá creando un hábito; es decir, la repetición de unas condiciones particulares de tiempo y de espacio; una atmósfera de introspección e intimidad que, en lo sucesivo, asociará con la lectura y que quizás se le vuelva una costumbre indispensable para toda la vida."
Ella comienza su ponencia con la lectura de un fragmento de una entrevista realizada a Maurice Sendak (autor de Donde viven los monstruos, que el 8 de mayo hizo un año que nos dejó). Aquí tenéis un momento de esta entrevista:
Cuando mi padre me leía, yo me recostaba sobre él y me volvía parte de su pecho o de sus brazos. Y yo creo que los niños que son abrazados y sentados en las piernas -deliciosamente acariciados -siempre asociarán la lectura con los cuerpos de sus padres, con el olor de sus padres. Y eso siempre te hará lector. Porque ese perfume, esa conexión sensorial, dura toda la vida. 

Ni que decir tiene que estaba totalmente de acuerdo con lo que exponía Yolanda Reyes en su ponencia, de ahí el escribir esta entrada que hace tiempo rondaba por mi cabeza y que ella ha explicado tan bien.

Información sobre Yolanda Reyes en la Wikipedia.
Página web del Taller Espantapájaros, del que es directora.
Blog del Taller Espantapájaros.
Leer en voz alta, el mejor regalo. Ana Garralón.

Muchas gracias, Mariona, por hacerme llegar este librito.
Un saludo

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